martes, 10 de mayo de 2016

Ouh…babbo! (Madrid)

Bruno Squarcia, actor y cantante (actualmente participa en Quisiera Ser, un musical con las canciones del Duo Dinámico), saltó a la fama por su participación en Al Salir Clase. Han pasado 11 años desde que abriera Luna Rossa en la capital, y hace un tiempo se lanzó a esta nueva aventura llamada Ouh…babbo! Situada en la castiza calle de Caños del Peral (justo enfrente de ese gran mexicano que es Entre Suspiro y Suspiro), esta pizzería supone un enorme salto de calidad frente a lo que estábamos acostumbrados en la capital.

Ayer tuvimos una pequeña toma de contacto, pero volveremos, asiduamente incluso, y os seguiremos manteniendo actualizados. La carta es bastante extensa, con una interesante oferta dónde elegir. Variedad de pizzas, muchas pastas, y antipasti selectos. Empezamos con una burratta. ¡Qué fresca!

Nos comenta Carlos, el camarero, que se la sirven los martes, y rara vez les llega a finales de semana. Se nota. No es fácil encontrar esta burratta en Madrid. La pieza, de considerable tamaño, viene servida sobre una cama de rucola, con tomates secos y jamón de parma. ¡Exquisita!
Seguimos con unos fetuccinni bianco e nero. Me perdonaréis que os diga que ha sido la mejor pasta que he probado en mi vida. Sin complicaciones, al dente (pero de verdad, no lo que pretenden vendernos en muchos sitios de Madrid), con trufa negra y piñones. Muy intensa en sabor, no puede estar más rica.

No podíamos no probar las pizzas.

Ramses (Madrid)

En este minúsculo restaurante (sólo caben 16 personas como máximo) de la calle Ferraz, César Rodríguez y su mujer deleitan a sus comensales todos los días. No tienen una carta amplia, ni decoración lujosa. Tampoco comodidades como un aparcacoches. Pero sí ponen todo su cariño y dedicación, y eso se nota. Reconozco que hasta que Nacho, un amigo mio, me llevó el otro día a cenar, jamás había oído hablar de Antojo. Pero luego ya me he puesto a investigar. César se formó con Abraham García, y hace algo más de dos años se lanzó a esta aventura con su mujer, que se ocupa de la sala.

Como decía, la carta es muy corta. 4 entrantes, tres carnes y tres pescados. Eso es todo. De aperitivo nos sirvieron una cazuelita de garbanzos (muy ricos) acompañado de una sorprendente y refrescante caipirinha de naranja.

Seguimos como entrantes con unos raviolis de gallina en pepitoria con jugo de acederas, parmesano y reducción de jerez. Plato diferente y muy logrado. También una vieira trufada a la plancha sobre una crema ligera de puerros y crujientes morros de ternera. También muy rico, y además las texturas perfectas. Abundante de trufa. También se tomó en la mesa ostra sobre algas, que por lo que comentaron, estaba muy rica.

Como segundos platos, repasamos casi toda la carta. De pescados, pez mantequilla (quitando Kabuki, no lo había visto en ningún otro sitio) al ajo tostado sobre ajoblanco y huevas de salmón (un éxito) y salmonetes asados con sus fideos udon al romescu (también muy logrados). Entre las carnes, un carré de corzo a la parrilla con trompetas de la muerte ennogadas y crema de queso de cabre (digno de alabanza!!) y un tataki de lomo de buey al orégano fresco sobre puré de chirivias (rico, pero más normal). También unas perdices, que me parecieron menos logradas que el resto.

Ricos los postres, destacando uno de queso espectacular. Buen servicio, aunque el comedor, pese a ser minúsculo, parece un poco desangelado y frío.

Ramses (Madrid)

Pocas veces he sentido tanta necesidad de acudir rápidamente a mi ordenador para escribir en mi blog como anoche. Fuimos a conocer la cocina del nuevo Ramses. Se trata de un nuevo espacio de ocio que forma parte del nuevo hotel Hospes de la Plaza de la Independencia; un local enorme, al más puro estilo P. Starck, que consta de un bar de copas abajo, un restaurante en el piso superior (que llaman bistrot), y un bar de tapas (llamado petit) y barra de cocteles en la planta calle. Este “petit” es el que tuvimos la mala suerte de conocer anoche.

Ambiente moderno y de diseño, pero agradable. Público “cool”. La comida sin embargo, como veremos ahora, de lo peor que hemos conocido nunca. Hicimos picoteo. Empezamos con una ensalada de trigueros, rucola, piñones y parmesano. Correcta. Ricas las galletitas crujientes de parmesano que acompañaban. Seguimos con un foie micuit con reducción de jerez. ¡¡Infumable!!

Después, croquetas de berenjenas y queso, que llegaron frías y con una masa compacta que las hacía incomestibles.

Una de las recomendaciones especiales de la casa, los mejillones al curry verde, directamente nos los dejamos. La mitad, secos y muy pasados; la otra mitad, crudos. Para colmo, la salsa sin ligar. Horrible.

Como platos principales, un marisco y dos carnes. Primero, una tempura de soft shell crab. Salada, sin sabor. Después, presa ibérica. No había quién se la comiera. Sabía más a hígado (seguro que no era hígado??) que a otra cosa, y parecía una suela de zapato. Por último, dos brochetas de solomillo y champiñones, probablemente lo mejor de la cena, gracias a los champiñones.

De postre, un helado de yogur con salsa de frutos rojos, que no era helado, sino yogur natural, sin nada de azúcar, regado de muesli; y una mousse de tres chocolates, correcta.

El servicio bueno. El precio… la verdad, me sentí estafado…

Aldebarán (Badajoz)

Continuando con nuestros periplos por diferentes provincias españolas, hemos recaido en Aldebarán. Este restaurante, situado en las afueras de Badajoz, fue durante bastante tiempo el máximo representante de la cocina extremeña, junto a Atrio en Cáceres. Abierto a finales de 1991, su chef, Fernando Bárcena, sigue atendiendo personalmente las mesas.El año pasado le quitaron la estrella michelin que ostentaba, y quisimos comprobar de primera mano si era merecido o no. Os adelantaré que salimos con un sabor agridulce.

Comenzamos con una sopa de verduras y ciruelas. Demasiado aceitosa, no nos gustó como punto de partida. Seguimos con unas bolsitas crujientes de queso y gambas. Ricas, bien fritas, nos gustaron. Después, un atún rojo con pimientos asados. El atún, muy pasado de punto, estaba seco. Para continuar, garupa (una especie de mero) en escabeche, que nos pareció correcto.

Como carne, tomamos el solomillo de retinto con salsa de uvas y crema de alubias. De los tres que pedimos, dos llegaron perfectos. Ricos, sabrosos, en su punto. Nos encantaron. El tercero en cambio lo tuvimos que devolver. No era un problema de punto de cocción, sino de la materia prima. Ese tercer trozo de carne no era apto para servir en una mesa de un restaurante de cierta categoría. Una pena, aunque he de decir que no pusieron ninguna pega, pidieron mil disculpas, y enseguida trajeron un nuevo solomillo igual de rico que los anteriores.

Para acabar, unas crepes de plátano con salsa de naranja amarga que estaban bastante buenas. La bodega interesante, con algunas referencias destacadas.

Desgraciadamente, coincidimos con la Guía Michelin. Buena mesa la que se disfruta en este restaurante, aunque con demasiados altibajos que no le hacen merecedor de la ansiada estrella. Una pena que se haya dejado caer la calidad de esta manera. Esperemos que pronto vuelvan al nivel que nos tenían acostumbrados.

Asiana (Madrid)

Muy interesante y agradable la cena que tuvimos ayer, en este “secreto a voces” que es Asiana. Una tienda de muebles y decoración, de influencia asiática, que por la noche convierte su piso de abajo en un lugar mágico cuyo director de orquesta es Hiroshi Kobayashi. Maître y sumiller, Hiroshi deleita a los comensales con su simpatía y buen hacer, y es sin duda uno de los alicientes adicionales de este sitio. El menú es fijo, y lo cambian aproximadamente cada 15 días. Al frente, como propietario y chef, Jaime Renedo. Pese a su juventud, Jaime se ha formado en los mejores templos de la cocina, tanto en España (Santo Mauro, El Bulli) como en EE.UU. (Hotel Belaggio, Las Vegas). Esto, unido a su imaginación, hacen de cenar en Asiana una experiencia maravillosa.

Empezamos con varios pica-picas, lo que más nos impresionó. Pedimos el maridaje de vinos, así que nos pusimos en manos de Hiroshi. Para empezar, un champagne André Clouet que nos impresionó. Estupendo. Procedente de una pequeña finca de tan sólo 7 hectáreas, nos encantó. Pero volviendo al pica-pica, primero una ensalada de migas de pollo con salsa de sésamo. Rica. Un taco de salmón marinado con salsa de soja a los cítricos. Estupendo. Corte de mi cuit de foie con pan de especias. Delicado, exquisito.

Seguimos con un par de sorpresas fuera de carta. Almeja gigante con gelatina de té verde y eneldo. ¡¡¡Qué maravilla!!! ¿Puedo decir que es la almeja más rica que he tomado nunca? Lo era… La almeja fresca, fresca; la combinación, acertadísima. Seguimos con un mejillón frito, con espuma de cerveza y mayonesa picante. Delicioso también. Después, un carabinero en pincho con salsa tailandesa de coco y mermelada de chile. Nueva sorpresa. Sublime, único, un placer en la boca. Si cabe, algo aceitoso, pero no en exceso. Para acabar, una brocheta de pichón de bresse con Kimuchi. Fue la única decepción de los aperitivos. La verdad es que estaba rico, pero llegó un poco frío a la mesa, y además, después de la almeja, el carabinero y el mejillón, se quedaba demasiado apagado. Probablemente, sobra, y sería mejor acabar con el carabinero.

Pasamos a los entrantes. En primer lugar, un gazpacho de melón y lemon-grass con tiradito de bogavante y mero. Otro plato maravilloso. Fresco, lleno de sabor, maravillosamente conjuntado. Para acompañarlo, una copa de fino Tío Pepe. Este es el único maridaje que no nos gustó. La verdad, Tío Pepe después de un champagne tan delicado… no nos acabó de convencer. Después, un won-ton de vieras con Thai en cesta de patata. También nos gustó mucho. Esto, lo acompañamos con un rosado del Penedes, Gran Caus.

Pasamos a los platos principales. Arroz Tom Yum con chipirón, ají amarillo, edamame a lo ibérico y pil-pil de cilantro. El chipirón frío, y un poco chicloso. No nos gustó. El arroz, perfecto y sabrosísimo. Lo acompañamos de un albariño, Lagar de Costa 2006. Seguimos con una lubina con espárragos en 5 texturas. El pescado rico (que no espectacular), y los espárragos en 5 texturas muy logrados todos. Bebimos un b

lanco del sur del Ródano, Saint-Joseph 2002, que nos encantó. Para acabar con los principales, un cochinillo confitado con su jugo especiado y espuma de mostaza japonesa, que regamos con un tinto Ribera del Duero, Dominio de Atauta 2005. Un vino seguro y sin sorpresas. Siempre rico. EL cochinillo rico (aunque a estas alturas ya estábamos todos llenos), pero en cambio no nos convenció la espuma de mostaza. Demasiado picante, predominaba por encima del cochinillo.

Sergi Arola Gastro (Madrid)

Reconozco que nunca he sido un fan de Sergi Arola, más allá de sus fantásticas “coca pizzas” de La Paninoteca D’E. Nunca fui un entusiasta de La Broche. Tengo que reconocer que mis tres visitas se saldaron todas con una clara decepción. Aún así, acudí con toda mi buena disposición a probar su ópera prima: Gastro. El local impresiona. Minimalista, respira sin embargo un ambiente acogedor. Un poco agobiante la sensación de tubo, pero enseguida te acostumbras y te sientes relajado. En consonancia con el ambiente, exigen chaqueta para los señores.

Lo primero que sorprende es que no hay carta, sino varios menús degustación. En primer lugar el menú Gastro, a un precio de € 140, que se compone de tres tapas, cuatro entrantes, un pescado, una carne y tres postres. Después el menú ejecutivo, el más acorde para mediodía, compuesto de 1 entrada, 1/2 pescado y 1/2 carne, y un postre, al precio de € 85. Por último, el menú básico, por € 120, que se compone de tres tapas, un entrante, media ración de pescado y media ración de carne, y uno de los postres de menú. Existe una última opción, que es el menú “amantes del queso”, que por € 110 consiste en dos tapas, aliñado de verduras y sopa de almendras tiernas, dos platos elaborados con quesos artesanos de temporada y 1 tabla de quesos y dos postres. Y en la sala, su mujer Sara Fort. Abajo, han abierto un bar de cocteles.

Quisimos pedir el menú Gastro, pero nos anunciaron que duraba casi cuatro horas, así que finalmente acabamos pidiendo un menú básico, encargando platos distintos para poder probar varias cosas distintas. No me quiero extender demasiado, así que intentaré ser breve. Los snacks correctas, pero ya no sorprenden como en los primeros años de La Broche. Empezamos con una pechuga de pintada confitada, “pico de gallo” y helado de Mole poblano. Estaba rico, fresco, agradable. Seguimos con un boquerón a la espalda, y “patatas bravas”. Correcto todo.

Pasamos después al salteado de espardeñas y pasta fresca, guiso de morillas y crema de parmesano. Nos gustó mucho. Estaba muy rico. Después el platillo de lengua de ternera con cebollita y aceitunas. Demasiado fuerte e intenso. Para amantes de la casquería (yo no lo soy…).

Como pescados, raya asada con tabulé de verduras y pie de cerdo; y un salteado de habitas y guisantes, velo ibérico y salmonetes de roca. La raya no nos emocionó. Estaba rica, pero tiene un sabor y texturas muy particulares, que no gusta a todo el mundo. El “mar y montaña” que siguió nos gustó más, pero tampoco para dar alaridos. Podríamos definirlo como correcto.

Como carne, solomillo a las hierbas, canelón de patata y maíz tierno y ketchup casero. Fue un buen final, que nos dejó con mejor impresión que los pescados. Mención especial al ketchup casero, que estaba estupendo.

No quisimos dejar de probar la tabla de quesos. Para un restaurante que presume de tener un menú para los amantes del queso, desilusión. La oferta de quesos es ampli, pero con moderación. Se nota que aún no está rodada, y dista mucho de esa maravilla que es la mesa de quesos de SantCeloni. Le pedimos a Sara Fort que nos preparara una selección para sorprendernos. Me temo, que aún le queda mucho por aprender en lo que se refiere a quesos, o bien no tenía muchas ganas de sorprendernos. La selección consistió en brillat savarin, brit de flandes y harmont blue. Acompañaba un flan de frutos secos que no pega nada, y una compota de tomate. Sólo un tipo de pan, muy vulgar. Claramente hay que mejorar mucho el apartado de quesos.

Para terminar, un pañuelo de regaliz, frambuesas y sopa de mentolados. Refrescante, suave, delicado. Muy rico. También una trufa de trufa. Para los grandes amantes del chocolate. Nos resultó demasiado empalagoso, un final excesivamente potente para un menú.

Los típicos petit-fours para poner un dulce final, y carta de cafés e infusiones, a precios desorbitados. La comida la acompañamos de un Valbuena 5º año, que estaba excepcional como siempre.

La sensación que nos dejó la comida. Irregular; demasiados alti-bajos. Y precio desmesurado. El servicio inexperto y no paraba de interrumpirnos, erigiéndose en protagonistas de nuestra conversación.